Me pregunto si valdrá la pena cambiar el orgullo y la satisfacción de un trabajo que disfrutamos por un salario mayor sin importar cuán grande sea éste. Estaríamos vendiendo la felicidad de cada día, estaríamos cortando de raíz la parte positiva de ser útiles a la sociedad, estaríamos simplemente enterrando a nuestro yo en una tumba de oro que no sirve de nada.
Muchos son mercenarios. Para muchos es cuestión de un balance adecuado. Para mí, no tengo idea. Me pregunto cuál será ese balance, si existe. Me pregunto si algún día sea capaz de venderme de esa manera, y al final del día creer que fue la decisión correcta.
Por el momento, agradezco la oportunidad de hacer cada día lo que más me gusta... y cobrar por ello.